Hacia la Ruta de las Especias: Bartolomé Díaz

Todos podemos hacernos una breve idea de las motivaciones que han propiciado buena parte de los descubrimientos territoriales. Y es que, para comprender la vuelta al mundo que Magallanes inicia, no podemos pasar de largo sin atender a las cuestiones que dieron pie a esta expedición.
Desde una pura motivación económica, y como fiel reflejo del auge comercial que comenzamos a observar a finales del siglo XV y XVI, domina la imperiosa búsqueda de una vía marítima hacia la Ruta de las Especias. Pero, no nos engañemos, esta ruta no es novedosa; desde las campañas de Alejandro Magno, en las que se consiguió llegar a la India, algunas especias como la pimienta o la canela comenzaron a expandirse por Europa y gozaban de gran valor, sobre todo a partir de la Edad Media. 

El problema residía en que este comercio estaba en manos de los árabes, y no existía una conexión marítima que facilitase las transacciones. Por esto, para que llegaran las especias a Europa era necesaria la participación de una gran cantidad de intermediarios que no hacían más que aumentar los costes del producto. La cosa se complicó aún más cuando, tras la caída de Constantinopla en 1453, los turcos bloquearon la conexión con estos mercados e impusieron unas altísimas tasas. 

Ya no había más posibilidades; para finales del siglo XV españoles y portugueses se lanzan al mar en la búsqueda de nuevas rutas. El interés por la Ruta de las Especias nació de unas puras necesidades económicas, pues la creciente demanda de estas especias era ya imparable y de vital importancia en el nuevo marco económico posmedieval.


El primer intento por alcanzar las codiciadas costas orientales fue protagonizado por el portugués Bartolomé Díaz, conocido por ser el primer explorador europeo en bordear la costa africana hasta su extremo sur. Consiguió, navegando a vela, pasar del océano Atlántico al Índico y, aunque no consiguió llegar al objetivo final, sirvió a modo de aprendizaje para las futuras navegaciones. 



Retrato de Bartolomé Díaz



Es curioso como buena parte de las expediciones, que normalmente son encargadas por un monarca (en este caso Juan II de Portugal), nacen de la necesidad de justificar las planimetrías ofrecidas por geógrafos de épocas remotas. Y es que el encargo que recibió Bartolomé Díaz no fue más que navegar en descenso toda la costa africana lo máximo posible para observar si, según el geógrafo Ptolomeo, las Indias estaban anexas a África o si constituía un continente en sí mismo. 

El navegante recibió una flotilla de tres barcos y zarpó en el verano de 1487. Por la travesía, fueron varias las complicaciones meteorológicas, tanto es así que, cuando pasaron al Índico, no se percataron de ello de la gran tormenta que les sobrevino. A la vuelta sí que avistaron el cabo que les llevaba de nuevo al Atlántico y tanto entusiasmo causó  que fue llamado Cabo de buena Esperanza. 

Pero el navegante Díaz, a pesar del entusiasmo, sabía que al rey no le gustaría saber que no había podido establecer una conexión con las Indias, así que, astutamente, hizo firmar un documento a su tripulación por el que se justificaba la imposiblidad de realizar el trayecto completo. Finalmente, regresó a Portugal, arribando a Lisboa en 1488

La epopeya de Bartolomé Díaz le sirvió a Portugal como un perfecto intento de llegar a las Indias y el navegante participará en proyectos posteriores para conseguir este objetivo último.

En la siguiente página conoceremos como continúa esta historia de millas y logros. 






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